Decía Voltaire que “el verdadero viaje de descubrimiento no es buscar nuevas tierras, sino mirarlas con nuevos ojos”, y creo que tenía razón.
MALINAS. Bélgica.
Hacía el siglo XV Malinas se convirtió en una de las capitales más pujantes del norte de Europa. El centro histórico de Malinas atesora una plaza mayor espléndida, una imponente catedral, agradables parajes junto al río y bonitas callejuelas empedradas que invitan a pasear.
Según la leyenda San Rumoldo (o Romoldo), un monje irlandés, llegó a Malinas en el siglo VII u VIII para cristianizar a sus gentes. Tras morir martirizado, tiempo después se le declaró santo y se levantó una abadía en su honor.
En 1301 Malinas obtuvo un fuero y la exclusividad para almacenar grano, sal y pescado. El comercio de estas valiosas mercancías llegaba con la marea alta a través del río Dyle.
En Malinas surgió también una floreciente industria de encajes y paños, en especial de lana proveniente de Castilla, por todo ello la ciudad se pobló de comerciantes y burgueses adinerados.
Fue a partir de 1369 al pasar a formar parte del Ducado de Borgoña cuando Malinas vivió su momento de mayor esplendor.
Un siglo después Carlos el temerario, Duque de Borgoña centralizó el poder y estableció el Parlamento en Malinas.
Su nieta Margarita de Austria se convirtió en gobernadora de los Países Bajos en 1507 convirtiendo a Malinas en su capital.
Margarita de Austria se encargó también de la educación del futuro emperador Carlos V que permaneció en Malinas toda su juventud, hasta que partió con 17 años para reclamar la corona española.
A la muerte de Margarita de Austria en 1530, la nueva gobernadora María de Hungría, hermana de Carlos V, trasladó la capital a Bruselas.
Tras la Guerra de Sucesión española y el Tratado de Utrech (1713-15), los antiguos Países Bajos Españoles pasaron a manos de los Habsburgo austríacos.
En 1794, tras la Revolución francesa, Francia invadió parte de Flandes incluida Malinas. La ocupación duró hasta la derrota de Napoleón en 1815.
CATEDRAL DE SAN RUMOLDO EN MALINAS. Bélgica.
La catedral de San Rumoldo es, sin duda, el monumento más atractivo de la ciudad.
Una grandiosa catedral de estilo gótico brabantino, acaso la más bella de todo Flandes.
Su construcción se inició a comienzos del siglo XIII y se inauguró unos cien años después.
En 1452 se puso la primera piedra de la torre, pero se dejó inacabada a comienzos del siglo siguiente.
El proyecto original concibió una torre de 167 metros, pero finalmente se quedó en tan solo 97.
En el interior de la catedral no sólo hay que admirar la altísima nave central sino también bajar la mirada a las maravillosas obras de arte que atesora.
Un tríptico del pintor flamenco Michel Coxcie, 25 pinturas renacentistas sobre la vida de San Rumoldo y varios sepulcros de santos incluido el de San Rumoldo.